"Apathy isn't it. So flower power didn't work. So what? We start again." John Lennon

martes, 28 de diciembre de 2010

Aborto terapéutico: oidos necios y mujeres invisibles

 

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Me leí este comentario de la sicóloga Carolina Carrera y luego los comentarios de los lectores y el nivel de tontera y desinformación simplemente me desconcertó.

Hasta donde yo entiendo, si no se aplica un aborto terapéutico, los posibles resultados al final del embarazo son, en orden de probabilidades:

  1. Una guagua muerta y una madre viva.
  2. Una guagua muerta y una madre muerta.
  3. Una guagua viva y una madre muerta.
  4. Una guagua (con problemas muy serios) viva y una madre viva.

Penalizar el aborto terapéutico siginifica, entonces, asegurarle la muerte (y con sufrimiento) a una persona sí o sí, excepto en el caso más improbable (el 4) en el que les toca vivir a los dos una vida harto sufrida.

Peor aún, si uno lee los comentarios que le hacen al artículo de la sicóloga Carolina Carrera, queda claro que la opción pro-vida pareciera hacer caso omiso de estas verdades y descansar, fundamentalmente, sobre la base de prejuicios que, como buenos prejuicios, no tienen prácticamente ningún fundamento sólido. Y ésta es la opinión que manda en nuestra derecha y, claro, en nuestro gobierno. Por ejemplo, estableciendo su postura respecto del tema, nuestro presidente explica en esta nota de La Tercera, respecto del proyecto Rossi-Matthei que:

image“El segundo componente tiene que ver con permitir el aborto cuando se estima que la vida del niño que está por nacer es inviable y ahí estamos entrando en un campo muy delicado. ¿Quién califica la viabilidad o inviabilidad? Además, si aceptamos ese argumento podríamos hacerlo extensivo también a personas ya nacidas cuya vida sea inviable.”

En otras palabras, el argumento central es que parece que nadie puede definir de manera confiable si una guagua es o no inviable, de modo que se corre el riesgo de hacer mal el cálculo y matar una guagua que podía haber sido viable. Sería interesante que el Presidente (o alguno de los que se definen como Pro-Vida, por lo demás) respaldaran alguna vez esta postura con algo de evidencia. Por lo pronto, el proyecto discutido indica que, para ser declarada inviable, tres doctores deben concordar independientemente en el diagnóstico de inviabilidad de una guagua. Si tres doctores, de manera independiente, le dijeran al presidente o a cualquiera de nosotros que tiene cáncer, un resfriado, artrosis, o un pelo encarnado, me pregunto si tendríamos las misma dudas respecto a la confiabilidad de ese dictamen unánime. Yo creo que lo más probable es que no. Negar la confiabilidad de tres diagnósticos médicos calificados e independientes simplemente no es racional.

Peor aún, en todo caso, es comprobar cómo se manifiesta la percepción del rol de la mujer respecto de su embarazo para quienes se oponen a la legislación sobre el aborto. Nuevamente, las palabras del Presidente reflejan esta postura respecto al lugar que le corresponde a la mujer embarazada en un caso de violación:

Me opongo por una razón muy simple. El niño que está por nacer no es responsable de la conducta de sus progenitores. Siempre vamos a optar por proteger la vida del niño, independientemente de la conducta de su progenitor.

Ahora léanlo de nuevo ¿Se fijan dónde está la madre en esta explicación?

Así es. En ninguna parte. Y si leen los comentarios anti-cualquier-forma-de-aborto del artículo de Carolina Carrera, verán lo mismo. La mujer embarazada no existe. Una vez impregnada por un hombre, bajo las circunstancias que sean, las mujeres embarazadas pierden todo derecho que alguna vez hayan tenido sobre sus cuerpos y su salud. Su única misión, de ahí en adelante, es ser una madre. A toda costa y a cualquier precio.

Claro, a menos que tenga plata y pueda hacerse un discreto y seguro aborto en alguna de las clínicas privadas de nuestro país, como lo hace la mayoría de las familias pro-vida de Chile.

Si eso no es prejuicio, doble estándar y autoritarismo, entonces explíquenme qué cosa lo es.

En fin. Lo único que va quedando es lo de siempre, el derecho a insistir en el tema hasta que, eventualmente, la razón se imponga sobre la religión. Que es como debe ser en materia de políticas públicas, por lo demás.

Para eso, les dejo un par de reflexiones esclarecidas de Miguel Kottow en su columna de La Tercera, uno de los buenos entendedores de bioética en Chile. Nótese una vez más el nivel de radicalismo y dogmatismo de quienes se manifiestan en desacuerdo con el doctor Kuttow. Y para completar el panorama, otras dos opiniones, una de Ignacio Piña, sobre las variables éticas en juego y de  Marcela Ríos, sobre la manera que tenemos de debatir el tema.

Mi conclusión después de leer todas estas cosas es que, claramente, la opción menos sensata e einteligente es hacer como que no hubiese nada que discutir. Lamentablemente, esa es la opción de muchos.

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