"Apathy isn't it. So flower power didn't work. So what? We start again." John Lennon

lunes, 8 de noviembre de 2010

El olvido y la falta de humanidad

 

Piñera: 'Chile será reconocido no por Pinochet, sino como un ejemplo de unidad, liderazgo y coraje' | Política | LA TERCERA

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Trataré de que este sea mi última entrada larga con Piñera de tema. Ya me aburrió, me cansó. Seguramente se vendrán otros escándalos y, ciertamente, más chambonadas, pero nada más profundo. Que como personaje no da para tanto, después de todo.

Pero no me quedaría tranquilo si no expresara mi tristeza frente a lo que parece ser la reiteración de un principio ideológico que me parece eso. Triste.

Las palabras del Presidente de la República en esta entrevista a la BBC (que ya fue objeto de comentario más bien cargado a la burla en otro posteo), es decir, para todo el mundo, reflejan una realidad más bien penosa de cómo sigue pensando nuestra derecha chilena.

El Presidente, con una sonrisa en los labios, vuelve a encarnar el gran anhelo de la gente de derecha, cual es que, lisa y llanamente, LITERALMENTE, nos olvidemos de todo lo que pasó.

Al menos 2.296 personas confirmadas fueron objeto de torturas (entre otras, electrocumatimiento en los genitales y en el cuerpo, violaciones, quemaduras, golpes de todo tipo, privación de luz y comida, alimentación de fecas, abuso verbal y físico de todo tipo) acompañadas la mayoría de secuestro, final asesinato y desaparición de los cadáveres (en el mar o en tumbas comunes clandestinas). Alguna de esas o todas juntas. El número de denuncias no comprobadas (porque no se dejó rastro, porque esa es la pega de un servicio secreto) y el de casos que ni siquiera llegaron a investigarse es aún mayor y, para siempre, desconocido.

De algún modo entiendo este anhelo. Y aquí no hay ironía. Lo digo en serio. De verdad pienso que no debe ser fácil reconocer públicamente que uno estuvo en el lado equivocado de la humanidad y que aplaudió, financió y/o apoyó a gente que se dedicaba regularmente a ponerle electricidad en los genitales a otros seres humanos o a destriparlos para tirarlos al mar. No debe ser fácil sentir que uno estuvo del lado de los victimarios y no de las víctimas. Y no debe ser fácil porque ninguna justificación que uno pueda argumentar lo va a dejar a uno bien parado como ser humano. Si fue por miedo se debe reconocer uno cobarde; si fue por conveniencia, inmoral; si fue por no darse cuenta, ciego; si fue por estar de acuerdo, monstruo. Todas las alternativas son reflejos del lado más oscuro que podemos demostrar coo seres humanos. Y eso nos va a pasar, así nos vamos a sentir, si nuestros hijos nos preguntan y, de vez en cuando, cuando nos vayamos a acostar y seamos nosotros y nuestras conciencias en la oscuridad de la noche.

Es duro. Eso creo. Y es duro porque frente a la realidad uno se ve expuesto a pocas opciones decentes que no sean el reconocimiento del error, el arrepentimiento genuino y el intento de reparación. Y eso sí que requiere de un esfuerzo que no podemos pedirle a todo el mundo, muy probablemente, ni siquiera a nosotros mismos.

Los norteamericanos conmemoran el día que lanzaron la bomba atómica; los alemanes, el día que cerraron Auschwitz; la Iglesia Católica, el fin de la Inquisición. No los celebran. Los recuerdan, con verguenza y con arrepentimiento. Los más escépticos podrán dudar de la sinceridad de estos sentimientos, pero el hecho es que como naciones e instituciones ellos entendien que es un deber moral demostrar públicamente que no olvidan las acciones que los inscribieron en las páginas más obscuras de y monstruosas de nuestra historia humana. Entienden que la única manera de reparar el daño es, en primer lugar, reconociéndolo.

Nuestra derecha, en cambio, opta por esperar a que pase el tiempo y así sus acciones, igual de obscuras y monstruosas, sean enterradas en el olvido.

Y no sé qué es más triste, si el hecho de que en realidad confíen en que el tiempo borre sus pecados o que, en la práctica, ellos ya se hayan olvidado, efectivamente, de todo.

Por suerte el mundo no lo olvida aún, como demuestra el periodista que pregunta directamente por aquello.

Por mi parte, no puedo olvidar, aunque quisiera. Y no quiero. Porque las cosas que pasaron fueron reales y porque de ellas debemos aprender. Debemos aprender, al menos, que el acto de la confesión y el arrepentimiento, consagrado en el corazón mismo de la cristiandad que nuestra derecha defiende con pasión, se encuentran entre los actos más genuinos y conmovedores del que son capaces los seres humanos. Porque involucra un nivel de dificultad que solamente se compara con su nivel de profundidad. La dificultad radica en ser capaces de ponerse en los zapatos de las víctimas, de compartir su sufrimiento, de ver en ellos a Cristo, para insistir en los principios cristianos. Y hacer eso, ver y compartir el sufrimiento de otro, de tu enemigo, ni más ni menos, es un acto profundamente humano y, por lo mismo esperanzador.

Y por eso no hay que olvidar y, por el contrario, debemos tratar de que no se olvide, creo yo. Porque solamente así podremos mantener la esperanza en los seres humanos.

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